Señoras y
Señores,
bienvenidos al espectáculo de un teatro cronológico,
absurdo…
y de todos modos cósmico…,
bien dicho: cosmológico.
¡No tengan prisa!
Pronto… llegará la revelación…
Al fondo.
El único obstáculo es solo el telón.
¡Pasen ustedes, por favor!
Tarde o temprano comenzará esta sesión… En los
espacios intermedios.
Es algo sin remedio.
Y ustedes… no van a quedarse a solas.
Es que aquí residen muchas sombras.
La brisa de un susurro proyecta
un gesto. Cada figura, una palabra y cada cuerpo…, un movimiento. El sentido se
encuentra delante de los ojos.
¡La luz! ¡La tiniebla! ¡La
luz otra vez!
Los espectadores, todos
sentados en sus sitios, casi clavados, opuestos a la pantalla de su memoria, la
observan. Quizás es la de su olvido. Es difícil saber. De repente, una melodía del
todo familiar sueña las campanas de la mente. Y las palabras comienzan a bailar
en el aire transformándose en distintas visiones tan familiares como extrañas
para los seres. Murmullan algo en las sombras y ellas se mueven dentro de sus
proyecciones. Invaden los cuerpos observantes y lοs poseen, de modo que todo sea enigmático. Actúan desde su confundido
inconsciente.
He encontrado a los espíritus
de un pasado que aún está buscando el sentido de
su mito. Mis otros de mí mismo.
He mirado a Arthur Rimbaud a los ojos y me
transmitió sus secretos a través de sus sueños delirantes. No me asusté.
He seguido a Hamlet por las galerías de sus
pesadillas y luché contra sus dilemas… Pero, no pude dar una respuesta clara.
Profundicé en lo irreal y
lo real a través de un sentimiento de complicidad. Pero sin reparos.
Fueron las dinámicas de
las proyecciones y de la fijación del observador las que me empujaron a mirar
la pantalla.
El tiempo. El olvido del
ayer. La memoria del presente. Los fantasmas del ayer asustan las sombras del
hoy. El futuro no puede encontrar otra solución y se suicida por miedo a una
crisis que se extiende, envenenada por las mentiras de la misma engañosa compañía
de teatro. Sin darse cuenta.
Se despertará libre. Sin
límites. Y se encontrará a sí mismo de nuevo. Cautiva. Con límites. Exactamente
como se limitan las latitudes y longitudes en el mapa.
Porque cada cuerpo es una
tierra. Y cada tierra resiste y se rinde en una guerra. Dentro y fuera.
¡No miren a las
estrellas! ¡Esconden la tiniebla!
¡Cuidado con la figura
central! Se llama Elektra. Otros la
llaman Medea. Encierra en sus manos, que parecen un planeta
repugnante, una luz llena de culpas, de suicidios, los gritos de los sacrificios.
Está coloreando con las mismas manos los símbolos
arcaicos y con ellos conduce la danza de las imágenes. El vuelo de los sonidos.
Mantiene una figura capaz de llevara cada uno a una tragedia primitiva y
familiar. Tanto antigua como nueva, ya que la
voz de la figura del cosmos sigue transformándose. Entera. Aislada. Y
solitaria.
Los sentidos conspicuos y,
de manera única, alegóricos evocan lo primitivo y lo real. Ahora llega el
momento donde las despojadas piezas de la existencia humana evolucionan hacia
algo irónico pero pacífico. Tocan el universo, el cosmos de cada sujeto a través
de los objetos. Todos giran en torno a sí mismos formando un círculo sin límites
visibles del principio y del fin. Se comunican. Se unen. Y se separan.
El motivo del complejo de
las relaciones es un espejismo de sexos sin la necesidad de vestirse de cuerpo,
de carne. Porque cada movimiento es un pensamiento. Es la voz del alma opuesta
a un Dios que no conoce. Que puede ser ella misma observándola. Es la sumisión
sin condiciones a un conquistador, que puede ser las manos del destino, del
azar, el Dios mismo.
En ese flujo del río
Leteo, en Oblivion, ese hundimiento
en el mar de la redención es algo inevitable. Es la última sumisión. Es la
profunda meditación. La aniquilación. La revelación de una verdad utópica, pero
tan real. Los frecuentes encuentros en la isla, el motivo del aislamiento y
también del sueño, son otra profunda imagen que refleja el uno y el todo de
nosotros, haciendo referencia al taoísmo, la filosofía del tiempo donde está la
sabiduría del mundo en todas sus manifestaciones.
Es como el proceso del nacimiento de la existencia humana, que se podría
también referir a la inspiración, al concepto de cada idea. Este paralelismo
está proyectado de un modo filosófico. Todo es tiempo. Todo es memoria y a
través de un viaje hacia el olvido, donde todo está encontrado, viene el
conocimiento de uno mismo, el acto de la consciencia. El uno en el todo y el todo
en el uno. El infinito de la existencia nos transforma en ser y otra vez en
infinito. La deificación. El ser divino, la infinita concepción.
Quizás sea difícil de concebir. Depende de la pantalla. Del tiempo. De
los espacios intermedios de la conciencia.
Este es el universo, el mundo de Roberto García de Mesa.
La poesía en el teatro y la pintura en la música son evidentes entre los
reflejos de esa trascendente exhibición. Las interacciones entre las corrientes
artísticas, la posición de lo abstracto en lo concreto y sus proyecciones sobre
la existencia humana, asimilando el tres (3) en el uno (1), pueden conducir al
sujeto a través de los objetos que actúan como instrumentos rituales, en la
calle de la verdad de lo primitivo, de lo real.
Y,
por eso, este mundo, sinceramente, adquiere un valor independiente y auténtico entre
las otras escenas de vanguardia. Porque la concepción del sentido de un teatro cosmológico está encontrándose
desde un ángulo diferente de la mente. Se trata de una experiencia única, un
hundimiento neutral que nos permite ver las cosas, de forma transparente, liberándonos.
Este juego es el arte del tiempo, de la vida, del teatro. Y exactamente
esto grita un Outsider. El que sigue
dibujando los límites del ser desde un principio y un fin.
Nosotros somos los verdaderos actores del teatro.
De un teatro sin y con tiempo.
De un teatro cronológico.
Absurdo… Pero lógico.
Trágico y cómico.
De todos modos cósmico.
Bien dicho: cosmológico.
¿Y
quién soy yo?
Alguien que está aún
perdido entre el mismo público observando, buscando y encontrando… tiempo,
vida, principios y fines.
Señoras y Señores,
el telón se ha cerrado, pero el espectáculo no se acaba…
Ati Solerti
Πηγή:
«El perseguidor», número 110, Miércoles 8 de agosto
de 2012
Εικόνα: Autorretrato de Roberto
Garcia de Mesa (2001)
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