24.2.14

"Descubriendo los espacios intermedios de Roberto García de Mesa" de Ati Solerti



Señoras  y Señores,
bienvenidos al espectáculo de un teatro cronológico, absurdo…
y de todos modos cósmico…,
bien dicho: cosmológico.
¡No tengan prisa!
Pronto… llegará la revelación…
Al fondo.
El único obstáculo es solo el telón.
¡Pasen ustedes, por favor!
Tarde o temprano comenzará esta sesión… En los espacios intermedios.
Es algo sin remedio.
Y ustedes… no van a quedarse a solas.
Es que aquí residen muchas sombras.

La brisa de un susurro proyecta un gesto. Cada figura, una palabra y cada cuerpo…, un movimiento. El sentido se encuentra delante de los ojos.
¡La luz! ¡La tiniebla! ¡La luz otra vez!
Los espectadores, todos sentados en sus sitios, casi clavados, opuestos a la pantalla de su memoria, la observan. Quizás es la de su olvido. Es difícil saber. De repente, una melodía del todo familiar sueña las campanas de la mente. Y las palabras comienzan a bailar en el aire transformándose en distintas visiones tan familiares como extrañas para los seres. Murmullan algo en las sombras y ellas se mueven dentro de sus proyecciones. Invaden los cuerpos observantes y lοs poseen, de modo que todo sea enigmático. Actúan desde su confundido inconsciente.
He encontrado a los espíritus de un pasado que aún está buscando el sentido de su mito. Mis otros de mí mismo.
He mirado a Arthur Rimbaud a los ojos y me transmitió sus secretos a través de sus sueños delirantes. No me asusté.
He seguido a Hamlet por las galerías de sus pesadillas y luché contra sus dilemas… Pero, no pude dar una respuesta clara.
Profundicé en lo irreal y lo real a través de un sentimiento de complicidad. Pero sin reparos.
Fueron las dinámicas de las proyecciones y de la fijación del observador las que me empujaron a mirar la pantalla.
El tiempo. El olvido del ayer. La memoria del presente. Los fantasmas del ayer asustan las sombras del hoy. El futuro no puede encontrar otra solución y se suicida por miedo a una crisis que se extiende, envenenada por las mentiras de la misma engañosa compañía de teatro. Sin darse cuenta.
Se despertará libre. Sin límites. Y se encontrará a sí mismo de nuevo. Cautiva. Con límites. Exactamente como se limitan las latitudes y longitudes en el mapa.
Porque cada cuerpo es una tierra. Y cada tierra resiste y se rinde en una guerra. Dentro y fuera.
¡No miren a las estrellas! ¡Esconden la tiniebla!
¡Cuidado con la figura central! Se llama Elektra. Otros la llaman Medea. Encierra en sus manos, que parecen un planeta repugnante, una luz llena de culpas, de suicidios, los gritos de los sacrificios. Está coloreando con las mismas manos los símbolos arcaicos y con ellos conduce la danza de las imágenes. El vuelo de los sonidos. Mantiene una figura capaz de llevara cada uno a una tragedia primitiva y familiar. Tanto antigua como nueva, ya que la voz de la figura del cosmos sigue transformándose. Entera. Aislada. Y solitaria.
Los sentidos conspicuos y, de manera única, alegóricos evocan lo primitivo y lo real. Ahora llega el momento donde las despojadas piezas de la existencia humana evolucionan hacia algo irónico pero pacífico. Tocan el universo, el cosmos de cada sujeto a través de los objetos. Todos giran en torno a sí mismos formando un círculo sin límites visibles del principio y del fin. Se comunican. Se unen. Y se separan.
El motivo del complejo de las relaciones es un espejismo de sexos sin la necesidad de vestirse de cuerpo, de carne. Porque cada movimiento es un pensamiento. Es la voz del alma opuesta a un Dios que no conoce. Que puede ser ella misma observándola. Es la sumisión sin condiciones a un conquistador, que puede ser las manos del destino, del azar, el Dios mismo.
En ese flujo del río Leteo, en Oblivion, ese hundimiento en el mar de la redención es algo inevitable. Es la última sumisión. Es la profunda meditación. La aniquilación. La revelación de una verdad utópica, pero tan real. Los frecuentes encuentros en la isla, el motivo del aislamiento y también del sueño, son otra profunda imagen que refleja el uno y el todo de nosotros, haciendo referencia al taoísmo, la filosofía del tiempo donde está la sabiduría del mundo en todas sus manifestaciones.
Es como el proceso del nacimiento de la existencia humana, que se podría también referir a la inspiración, al concepto de cada idea. Este paralelismo está proyectado de un modo filosófico. Todo es tiempo. Todo es memoria y a través de un viaje hacia el olvido, donde todo está encontrado, viene el conocimiento de uno mismo, el acto de la consciencia. El uno en el todo y el todo en el uno. El infinito de la existencia nos transforma en ser y otra vez en infinito. La deificación. El ser divino, la infinita concepción.
Quizás sea difícil de concebir. Depende de la pantalla. Del tiempo. De los espacios intermedios de la conciencia.
Este es el universo, el mundo de Roberto García de Mesa.
La poesía en el teatro y la pintura en la música son evidentes entre los reflejos de esa trascendente exhibición. Las interacciones entre las corrientes artísticas, la posición de lo abstracto en lo concreto y sus proyecciones sobre la existencia humana, asimilando el tres (3) en el uno (1), pueden conducir al sujeto a través de los objetos que actúan como instrumentos rituales, en la calle de la verdad de lo primitivo, de lo real.
Y, por eso, este mundo, sinceramente, adquiere un valor independiente y auténtico entre las otras escenas de vanguardia. Porque la concepción del sentido de un teatro cosmológico está encontrándose desde un ángulo diferente de la mente. Se trata de una experiencia única, un hundimiento neutral que nos permite ver las cosas, de forma transparente, liberándonos.
Este juego es el arte del tiempo, de la vida, del teatro. Y exactamente esto grita un Outsider. El que sigue dibujando los límites del ser desde un principio y un fin.
Nosotros somos los verdaderos actores del teatro.
De un teatro sin y con tiempo.
De un teatro cronológico.
Absurdo… Pero lógico.
Trágico y cómico.
De todos modos cósmico.
Bien dicho: cosmológico.
¿Y quién soy yo?               
Alguien que está aún perdido entre el mismo público observando, buscando y encontrando… tiempo, vida, principios y fines.
Señoras  y Señores,
el telón se ha cerrado, pero el espectáculo no se acaba…
 ¡Gracias por la audiencia!
Ati Solerti

Πηγή: «El perseguidor», número 110, Miércoles 8 de agosto de 2012
Εικόνα: Autorretrato de Roberto Garcia de Mesa (2001)

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